Imagina un mundo en el que vacunarse contra la gripe o el COVID no implique una aguja pinchando la piel, ni siquiera un spray nasal que pueda generar preocupaciones de seguridad. En su lugar, algo tan cotidiano como pasar hilo dental entre los dientes podría convertirse en el vehículo para proteger nuestro cuerpo de infecciones. Esta idea, que parece salida de una novela de ciencia ficción, es el núcleo de un estudio reciente liderado por investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte. Publicado en agosto de 2025, este trabajo explora una forma innovadora de administrar vacunas a través de la encía, específicamente en el tejido conocido como epitelio de unión, ese espacio permeable entre los dientes y las encías que todos conocemos por las visitas al dentista. Lo que comenzó como una curiosidad científica podría transformar la forma en que combatimos las enfermedades infecciosas, especialmente aquellas que entran por las vías respiratorias.

El problema central que aborda este estudio es la limitación de las vacunas actuales para generar una inmunidad robusta en las superficies mucosas del cuerpo. Las mucosas, como las que recubren la nariz, la boca y los pulmones, son las puertas de entrada principales para patógenos como el virus de la influenza o el SARS-CoV-2. Sin embargo, la mayoría de las vacunas se administran por inyección intramuscular, lo que estimula anticuerpos en la sangre pero deja vulnerables esas barreras iniciales. Como explica Harvinder Singh Gill, el autor correspondiente del estudio, "las superficies mucosas son importantes porque son una fuente de entrada para patógenos como la influenza y el COVID". Pero sabemos que cuando una vacuna se administra directamente en una mucosa, los anticuerpos no solo circulan en la sangre, sino que también se activan en esas superficies, creando una línea de defensa adicional antes de que el patógeno invada el organismo. El desafío radica en encontrar un método seguro, efectivo y accesible para llegar a esas mucosas sin riesgos innecesarios.

En el contexto actual, este tema cobra una relevancia urgente. Vivimos en una era marcada por pandemias recurrentes y la amenaza constante de nuevas variantes virales. La crisis del COVID-19 nos enseñó que las vacunas tradicionales, aunque salvavidas, no siempre previenen la transmisión si no fortalecen la inmunidad mucosal. Pensemos en las vacunas nasales contra la gripe, que han mostrado promesas pero enfrentan barreras: no todas las formulaciones se absorben bien en la nariz, y existe el riesgo de que el material vacunal llegue al cerebro, un peligro que ha limitado su adopción masiva. Además, en países en desarrollo, donde el acceso a jeringas esterilizadas o refrigeración para vacunas es un obstáculo, métodos alternativos podrían democratizar la inmunización. Este estudio propone una solución ingeniosa: usar hilo dental para depositar la vacuna en el epitelio de unión, un tejido naturalmente permeable que conecta directamente con el sistema inmunitario mucosal. No se trata solo de evitar agujas —aunque eso aborda el miedo a las inyecciones que disuade a muchos—, sino de potenciar la respuesta inmune donde más se necesita.

Lo que proponen los investigadores es un cambio de paradigma en la entrega de vacunas: transformar un hábito diario de higiene oral en una herramienta preventiva. En lugar de inyecciones o sprays, el hilo dental sin cera se impregna con la vacuna y se pasa entre los dientes, permitiendo que el antígeno penetre en el epitelio de unión. Este tejido, a diferencia de otras mucosas, es altamente permeable y está repleto de células inmunitarias que pueden capturar y procesar el material vacunal rápidamente. Gill y su equipo argumentan que esta vía no solo es segura —evitando riesgos cerebrales asociados a la nariz—, sino que podría ser tan efectiva como las mejores opciones actuales. Para ilustrarlo, imaginemos el epitelio de unión como una esponja en la frontera de nuestro cuerpo: absorbe lo que entra y lo dirige hacia el sistema de alarma inmune, similar a cómo las raíces de una planta captan nutrientes del suelo.

Para investigar esta idea, el equipo llevó a cabo experimentos meticulosos en modelos animales y pruebas preliminares en humanos. En ratones de laboratorio, aplicaron una vacuna peptídica contra la gripe usando hilo dental en el epitelio de unión, comparándola con métodos estándar como la entrega nasal o sublingual (bajo la lengua). Midieron la producción de anticuerpos en sangre y mucosas, y probaron la protección contra el virus de la influenza. No se limitaron a un tipo de vacuna: experimentaron con proteínas, virus inactivados y hasta ARNm, el mismo principio detrás de las vacunas de Moderna y Pfizer contra el COVID. Un detalle fascinante fue evaluar si comer o beber inmediatamente después afectaba la eficacia —en los ratones, no lo hizo, sugiriendo practicidad en la vida real. Para acercarlo a los humanos, reclutaron a 27 voluntarios que usaron floss picks (esos palillos con hilo dental incorporado) impregnados con un tinte fluorescente alimentario. El objetivo: ver cuánto tinte se depositaba en el bolsillo gingival, simulando la entrega de vacuna.

Los hallazgos son alentadores y podrían redefinir la vacunación. La entrega vía epitelio de unión generó una respuesta de anticuerpos superior en las mucosas comparada con el método sublingual, considerado el estándar oro para vacunación oral. Rohan Ingrole, primer autor, destaca que "aplicar la vacuna vía el epitelio de unión produce una respuesta de anticuerpos mucho superior en las superficies mucosas que el estándar actual de vacunar bajo la lengua". Además, ofreció una protección contra la gripe comparable a la entrega nasal, pero sin los riesgos de exposición cerebral. La versatilidad es clave: funcionó con vacunas de proteína, virus inactivados y ARNm, produciendo anticuerpos robustos tanto en sangre como en mucosas. En la prueba humana, alrededor del 60% del tinte se depositó en el bolsillo gingival, indicando que los floss picks podrían ser una herramienta viable —fácil de usar, barata y accesible. Gill añade que "esto es extremadamente prometedor, porque la mayoría de las formulaciones de vacunas no se pueden dar vía epitelio nasal debido a las barreras que impiden una absorción eficiente". Imaginen el impacto: vacunas que se administran en casa, como parte de la rutina dental, reduciendo la carga en sistemas de salud sobrecargados.

Pero más allá de los resultados inmediatos, este estudio abre puertas a nuevos paradigmas en la biotecnología y la salud pública. Tradicionalmente, la vacunación se ha centrado en la inmunidad sistémica, pero la pandemia de COVID nos recordó la importancia de bloquear la infección en su punto de entrada. Esta aproximación podría inspirar vacunas contra otros patógenos mucosales, como el VPH o incluso bacterias causantes de caries —un bono para la salud oral. Analogamente, es como fortificar las murallas de un castillo en lugar de solo armar a los soldados dentro: previene la brecha inicial. Sin embargo, emergen preguntas intrigantes: ¿cómo funcionaría en niños sin dientes, como bebés o infantes? Los autores reconocen esta limitación, sugiriendo que no es ideal para ellos. Otro interrogante es su efectividad en personas con enfermedades gingivales o infecciones orales, donde el tejido podría estar inflamado o menos permeable. Gill menciona que "necesitaríamos saber más sobre cómo o si este enfoque funcionaría en personas con enfermedad de las encías u otras infecciones orales". Futuras direcciones incluyen ensayos clínicos en humanos, posiblemente adaptando el método para poblaciones vulnerables.

Desde mi perspectiva, este avance no solo resuelve un problema técnico, sino que toca fibras sociales y éticas. En un mundo donde la hesitación vacunal es un obstáculo —alimentada por miedos a las agujas o desconfianza en métodos invasivos—, un enfoque tan simple como el hilo dental podría aumentar las tasas de cobertura. Pensemos en analogías históricas: la vacuna oral contra la polio de Sabin revolucionó la erradicación de la enfermedad al eliminar la necesidad de inyecciones; esto podría ser similar para las respiratorias. Además, integra la biotecnología con la genética: las vacunas de ARNm, que codifican proteínas virales directamente en nuestras células, se benefician de esta entrega mucosal, potenciando respuestas locales que involucran genes inmunitarios como los de las inmunoglobulinas A secretorias. Expertos en longevidad, como David Sinclair, han enfatizado cómo prevenir infecciones crónicas contribuye a una vida más larga; aquí, al reducir la carga viral en mucosas, podríamos mitigar inflamaciones que aceleran el envejecimiento.

En términos de implicaciones globales, este método promete equidad. En regiones de bajos recursos, donde refrigerar vacunas o capacitar personal para inyecciones es costoso, floss picks impregnados podrían distribuirse como kits de higiene. Gill estima que el costo sería comparable a técnicas existentes, y su facilidad de administración lo hace ideal para campañas masivas. No obstante, debemos ser cautos: la transición de ratones a humanos requiere rigurosos ensayos de seguridad, y factores como la variabilidad en la higiene oral podrían afectar la eficacia. ¿Podría esto evolucionar hacia vacunas contra alergias o cánceres mucosales? La genética juega un rol: variaciones en genes como MUC1, que codifican mucinas en las encías, podrían influir en la absorción individual.

Este estudio nos invita a repensar la intersección entre salud oral y sistémica. A menudo subestimamos la boca como portal inmunitario, pero investigaciones previas, como las sobre el microbioma oral y su vínculo con enfermedades cardíacas, refuerzan esta conexión. Al final, lo que comenzó como una idea audaz —usar hilo dental para vacunas— podría heraldar una era donde la prevención sea tan rutinaria como cepillarse los dientes. Los investigadores están optimistas y planean avanzar hacia pruebas clínicas, dependiendo de resultados adicionales. Mientras tanto, nos deja con una reflexión: en la búsqueda de longevidad y salud, las innovaciones más impactantes a veces provienen de lo cotidiano.

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